Si analizamos la evolución de nuestro Sistema Educativo desde 1970 queda claro que cuando un partido político sube al poder elabora una nueva ley educativa que invalida la anterior. Los distintos partidos políticos parecen olvidarse de que en quien más influyen estos cambios son en los alumnos y en el profesorado que debe reestructurar sus programaciones con cada cambio de ley,
Creo que lo más sensato sería que hubiera consenso educativo, un pacto escolar entre todos los partidos políticos de forma que se consiguiera una ley que fuera debatida, pensada y diseñada por expertos en educación y se acabara con esta inestabilidad legislativa.
Es sorprendente observar la tremenda volatilidad de las leyes educativas en España. Después de un período de tiempo muy largo (anterior a la transición) en el que tuvimos una única ley (Ley Moyano) hemos pasado a una dinámica en la que las leyes carecen de tiempo para asentarse y casi sin comenzar a funcionar quedan invalidadas por la nueva ley que el partido de turno ha decidido sacar. Los intereses de alumnos, profesores y familia, quedan diluidos por el propio interés de los partidos, que anteponen sus expectativas de gobierno a la consecución de una educación adecuada para la sociedad a la que deben servir. Por ello, sería preciso que los políticos se planteasen ¿Qué grado de integración puede lograr una ley que está tan pocos años vigente?, ¿cómo puede un profesor adaptar la ley a su práctica docente si sabe que en cuatro años va a haber otra ley distinta? Las leyes están para cambiarlas y mejorarlas, pero esta renovación debe hacerse de forma coherente, cuando sea necesaria y dejando de lado los intereses partidistas de unos y de otros.
En resumen, considero que una auténtica reforma educativa debe pasar por convertir la educación en un asunto de Estado y no de partidos o territorios, con ello se garantiza una cohesión del sistema educativo que impida la utilización de lo educativo como arma de confrontación política. Y además, es necesaria también una concienciación social sobre la importancia de la educación, donde las familias asuman sus propias responsabilidades educativas, sin dejar todo el peso de la educación sobre el ámbito escolar.
Al fin y al cabo, la educación es el mejor indicador de la marcha de una sociedad y la única garantía para superar las crisis, por ello no podemos permitirnos abundar en el error; es el momento de aunar fuerzas y establecer consensos que nos permitan tener una educación de calidad, con unas leyes que, introduciendo los cambios que realmente sean necesarios, ofrezcan estabilidad a la comunidad escolar y proporcionen auténticas mejoras en todo lo referente al sistema educativo.
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